lunes, 26 de marzo de 2012

En casa de herrero...


El domingo fue el cumpleaños de mi hijo. ¡¡¡¡3 añitos ya!!!!!
En fín, llevo meses planificando en mi cabeza cómo sería, sacando ideas por internet, pensando de qué temática hacerlo porque la “fase” Mickey Mouse y El Rey León ya la hemos pasado y ahora estamos entre Buzz Lightyear, la bruja de Blancanieves y monstruos de todo tipo (Frankestein, Drácula, El hombre Lobo,...). Y por supuesto, todo iba a ser hecho a mano, artesanal, porque su mamá lo vale.

La semana de antes del cumple estuve trabajando con un pedido de tarjetas y no tuve tiempo de sentarme a hacer otra cosa. El caso es que cuando me quiero dar cuenta quedaban tres días para su cumpleaños y seguía igual, con todo organizado en mi cabeza pero sin haber comprado o hecho nada. Así que me senté, tomé aire y empecé a decidir lo que podía hacer a estas alturas de la película.

Tenía claro que la tarta la quería hacer yo; una de esas decoradas, con cobertura de fondant y muchos colores, ya sabéis, algo sencillo. Como ya os imaginaréis no me valía comprar la fondant hecha, la tenía que hacer yo. Había visto un tutorial de cómo hacerlo con nubes de esas de golosina y azúcar glas y parecía tan sencillo... Aunque siempre me ha atraído el mundo de la repostería, las cupcakes, etc., nunca me he animado a crear en este sentido. Sí, sé hacer las típicas tartas o bizcochos para celebraciones, pero de ahí a las creaciones que había visto hay un abismo.

Al final dediqué el viernes a realizar mis compras: muchos globos, platos, vasos, cubiertos, ... y todos los ingredientes para hacer la tarta, cocas, y demás. Con todo ese arsenal en casa ya estaba preparada para ponerme manos a la obra. Con el poco tiempo que contaba tuve que deshechar algunas de las ideas que llevaba; era materialmente imposible preparar tarjetas hechas a mano, carteles, ...

Una vez que tuve preparada la decoración más básica (unas guirnaldas con globos y banderines), dediqué todo el sábado a la elaboración de la tarta: mi gran proyecto. La base de la tarta estaba dominada; la típica tarta infantil de galletas maría y chocolate. Es sencilla, pero triunfa. Utilicé un molde redondo y mientras mi hijo iba mojando galletas en leche (subido a un taburete, para grabarlo), yo iba montando las capas, una de galletas, una de chocolate; así hasta cuatro capas. Utilicé las tabletas de chocolate para cobertura de postres, fundido con aceite de girasol. Después de dejar el molde unas horas en el frigorífico, estaba preparada para hacer mi primera fondant.

El proceso era sencillo. Se trataba de meter en un bol un puñado de nubes de golosina con dos cucharadas de agua unos segundos en el microhondas, hasta que se derritieran. Después trabajar esa masa con una cuchara de madera hasta conseguir que fuera homogénea, poner el colorante alimenticio e ir añadiendo azúcar glas hasta que dejara de estar tan “pegajosa” y se convirtiera en algo más parecido a una plastelina, para poder moldearla a tu gusto.

Ya podía yo añadir el azúcar, que aquello no conseguía la apariencia de las fotos del tutorial. En el momento que metía las manos para trabajar la masa, se me quedaban ahí pegadas como hormigón armado. Yo creo que llegué a echar una bolsa entera de azúcar glas, sin conseguir el efecto deseado. Por otro lado quería que la masa fuera de color verde, ya que mi intención era crear el bosque de Blancanieves. Lo que tenía delante de mí era una masa viscosa (con una cuchara de madera pegada) de un color verde-azulado. Decidí, antes de lanzarlo todo por los aires, tomar aire y salir a dar un paseo con mi hijo. Ya decidiría qué hacer a la vuelta. Dos horas y 50 viajes en el tobogán después, volví a casa, a enfrentarme con mi “engendro”. Para mi sorpresa me encontré una masa con volúmen y cierta consistencia para trabajar. Estaba un poco seca, seguramente porque me pasé con el azúcar. El truco era añadir el azúcar y dejar reposar hasta ver los efectos, algo que no avisaban en el tutorial.

Trabajé la masa hasta que conseguí extenderla en una fina capa con la ayuda de un rodillo y estas manitas. Después, con un cortapastas redondo bastante grande, corté parte de la masa. Decidí en aquel momento que en lugar de cubrir toda la superficie de la tarta cubriría una parte. Recordé que tenía otros cortapastas del abecedario, así que aproveché y corté de la masa las letras de su nombre y las utilicé para decorar la parte que no estaba cubierta. 

En nuestra salida al parque había aprovechado para comprar una casita toda hecha con golosinas, así que la puse encima de la tarta y añadí las dos figuritas que tenía (una de ellas regalo de mi hermano y mi cuñada!!!): Blancanieves y la bruja.

El resultado juzgarlo vosotros mismos. A mi hijo le encantó y eso es lo que cuenta, ¿no?